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Foto del escritorAna Laura

Aprendiendo a soltar

Después de más de un mes sin subir ninguna publicación, finalmente encontré un tema sobre el que me sentía cómoda escribiendo. Parte de lo interesante de este proceso ha sido descubrir la auto censura y la necesidad de edición y re-edición de mis pensamientos.


Siempre me he considerado más una persona objetiva y realista que una negativa, pero no puedo negar que en el fondo de mi cabeza sí existe una vocesita que constantemente me recuerda de la ley de Murphy: “Todo lo que puede salir mal, va a salir mal.”


Y creo que este es uno de mis miedos. Escribir sobre algún tema sensible que pueda ofender a quienes me conocen y leen porque se reconocen en estas líneas, y no necesariamente de la forma en que quisieran ser presentados al mundo.


Debido a esto, he tratado de enfocarme más en temas positivos, interesantes e importantes para mí, así como también en algunas de las lecciones que he ido aprendiendo con el tiempo (compartiéndolas como eso: opiniones, reflexiones y aprendizajes, sin ninguna pretensión de servir de guía, ni mucho menos generalizarlas como una verdad absoluta). Y espero que eso sea lo que sientan al leerme.


Sin embargo, llevo ya algunas semanas con ansiedad, poca paciencia y mucha frustración. Y considero que para ser genuina, necesito escribir también sobre estos temas.


Revisando algunas de las publicaciones pasadas, creo que siempre es más fácil opinar y aconsejar desde una posición de tranquilidad y felicidad que desde la insatisfacción y el dolor. Y es que, si he trabajado tanto el tema del cambio, es porque es uno de los que más me cuesta. Claro, no cualquier tipo de cambio, específicamente esas situaciones que no me agradan y siento fuera de mi control.


Entonces este blog lo imagino como la otra cara de la moneda. Una probadita de mi proceso mental más primitivo, cuando todavía no me encuentro cerca del final del túnel y la luz que veo a lo lejos aún no sé si es real o simplemente producto de mi imaginación (En sentido figurado. Spoiler del siguiente blog: mi imaginación no es capaz de visualizar luces, de hecho, nada de nada).


Después de la introducción más larga en la historia de las introducciones: ¿cuándo está bien dejar de luchar?


No de una forma melodramática, creo que puede aplicarse a cualquier situación de la vida. Puede ser algo grande o pequeño, una relación, un sueño, un objetivo, un proyecto…


La intencionalidad la relaciono mucho con la consistencia y perseverancia. También con la responsabilidad. Plantearme un objetivo y decidir tomar acción involucra planificación, enfoque y un trabajo constante.


Pero ¿qué pasa cuando yo me pongo un objetivo, pero alcanzarlo no depende completamente de mí? Es acá donde entra la frustración.


Si me conocen saben que para mí el trabajo siempre ha sido muy importante. Hace ya muchos años establecí mi objetivo, he trabajado arduamente por él y me siento muy orgullosa de todos las metas intermedias que he ido alcanzando. Sin embargo, no todo depende de mí. Y estas últimas semanas me he tenido que enfrentar a consecuencias de desiciones que yo no tomé. Y que quisiera haber podido tomar.


Han pasado inconvenientes que están fuera de mis manos. Y, aún así, no puedo dejar de culparme por los contratiempos. Por los retrasos. Por las horas extras y los dolores de cabeza. Y eso me ha hecho reflexionar.


¿No será que el problema son mis expectativas y mi obsesión por alcanzar todas mis metas? ¿Será este el momento perfecto para aprender a dejar ir? Para entender que, a veces, soltar no significa ser débil o incapaz.


Quizá el problema es que a veces me exijo tanto que el resultado nunca será suficiente, independientemente de quién tome las decisiones y de qué tanto control tenga sobre las situaciones.


Tal vez parte de ser intencional sea reconocer que, por mucho que planifique y sea consistente y perseverante, a veces las cosas no son lo que espero, mucho menos lo que quiero. Y, solamente quizá, a veces eso está bien.


¿Por qué no sacarle provecho a aquellos momentos en los que sentimos que hemos perdido el rumbo? ¿No puede ser posible que la desconexión que estamos sintiendo sea una señal de que debemos cambiar nuestra ruta? Aunque nos de miedo. Aunque eso represente “retroceder” (que, si lo pensamos bien, mejor ahora que más adelante).


No tengo un “y vivieron felices para siempre” para terminar este blog, aún estoy en medio del proceso de decidir qué quiero hacer, pero quiero obligarme a perder el miedo a soltar. Creo que todos deberíamos de hacerlo.

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